"Nevando Voy aparece como una sólida primera obra, filmada con aplomo y convicción que revela a dos directoras de muy prometedor futuro" LLUÍS BONET MOJICA, La Vanguardia.
Los comienzos son difíciles y no se suele tener dinero para pasar dos años escribiendo o preparando un proyecto cinematográfico. Así que no hay más remedio que trabajar donde sea a fin de conseguir la supervivencia económica y tiempo para llevar a cabo lo que uno realmente quiere hacer. Una fábrica de embalaje de cadenas para la nieve no suena mal, de seis a dos, buen dinero y las tardes libres. Y todavía está mejor si esa experiencia te da la inspiración y la historia para tu primer largometraje. Los personajes de la película están inspirados en cuatro personas reales que trabajaron (dos de ellos todavía trabajan) en esa fábrica y que reconocerán en la película algo muy parecido a lo que ellos vivieron durante la campaña de invierno de 2004.
Si esperábamos a conseguir todo el dinero necesario para realizar la película en las condiciones normales tardaríamos mucho en hacerlo o quizá nunca lo haríamos. Así que había que lanzarse y pensar si con el poco dinero que nosotras podíamos aportar seríamos capaces de hacerlo. Diseñamos nuestro presupuesto y dimos luz verde, podíamos hacerlo si usábamos el ingenio y contábamos con la amabilidad y los favores de mucha gente. Entre ellos el director de fotografía, Rob Webb, que decidió viajar desde Los Ángeles con su cámara para realizar la película apostando por ella.
Esto implica una producción curiosa en la que hay que fabricar travelling, dollys y camera cars caseros. Un reducido equipo técnico compuesto por 12 personas, en su mayoría jóvenes, que esperan del trabajo la experiencia y no el beneficio económico. Un ritmo de rodaje rápido, con sólo 4 semanas para rodar. Ingenio para sacarle todo el beneficio a la luz natural, ya que contábamos con muy poca luz artificial. Lograr que todos los amigos sean extras. Apostar en su mayoría por actores y actrices sin una gran trayectoria en cine y que ellos, al mismo tiempo, apuesten por el proyecto.
La fábrica cerraba por vacaciones durante el mes de agosto y sólo entonces podían amablemente cedernos las instalaciones. La historia transcurría en invierno, pero qué podíamos hacer? Rogar a los dioses que nos trajeran un agosto nublado. Y quizá por eso o por la suerte del principiante, mientras todo el mundo se quejaba del horrible agosto que estaba haciendo, nosotros agradecíamos cada nube que aparecía en el cielo, incluso esa lluvia inesperada que cayó en el momento justo, cuando el plan de rodaje lo pedía. Cuando no hay dinero para un camión de lluvia sólo cabe esperar la lluvia natural.
Todo esto, sin embargo, lleva a efectivamente rodar la película y no tenerla siempre como un proyecto. Y la implicación de todo el mundo es tan grande que se logra un rodaje intenso y lleno de profesionalidad.