Quizá fue en el encuentro de sus almas cuando el tiempo dejó de existir en sus mundos. Quizá entonces fue cuando los minutos se convirtieron en flores y la mecánica del reloj en los latidos dispares y arrítmicos de sus corazones. Porque en sus vidas un minuto no es lo mismo que un minuto, porque una flor no es igual que otra, ni una flor cae a la misma velocidad que la siguiente, ni huele igual, ni su sabor siquiera se parece, ni tiene los mismos colores ni el mismo tamaño. Y una cae con espinas, y otra suave como el terciopelo y la otra áspera como la lija y la siguiente lisa y delicada como la seda.

Lo importante es que las dos entraron en ese tiempo que no existe y lo entendieron. La una quizá por su originalidad, la otra quizá por su fantasía. Y entraron ya en el maravilloso mundo CRONOPIO y de los CRONOPIOS y CRONOPIAS. Y allí todos los momentos se tornan en momentos irrepetibles. Casualidades, encuentros inesperados, desencuentros, magia, amor, desamor, frío, calor, lluvia, sol, nieve, niebla, todo parecen momentos regalados.

Cronopias generosas, necesitan compartir sus regalos con el mundo. Y se repite la historia, necesitan hacer que la gente participe del juego, no entienden que alguien pueda no querer jugar y se esforzarán hasta convencerlo con su entusiasmo y perseverancia.

Cronopias curiosas, necesitan descubrir todos esos momentos de la vida y del tiempo, su esencia, y el sentido del ser humano.

Cronopias imaginativas, necesitan de la imagen para explicar y entender.

Cronopias poco conformistas, tendrán que hacer de la imaginación una realidad. Producir la fantasía.